Por: Claudia Zavala
Aracely Robinson es segura y tajante al hablar. Es una mujer con ideas claras y decisión al actuar. Sólo así se explica el haberse “lanzado” a viajar a España, desde su natal Panamá, hace ocho años. “Todo empezó en el chat”, dice, entre risas. “Tenía una prima estudiando un Máster en la Universidad de Valencia. Yo llevaba 12 años trabajando en banca y en finanzas en mi país y necesitaba un cambio de vida. Quería aires distintos, aprender y conocer cosas nuevas. Decidí que visitaría a mi prima, para pasar juntas unas bonitas vacaciones”, recuerda.
Según cuenta, su prima le sugirió ingresar a una web de contactos, para enlazar previamente con personas de Valencia, a las que pudiese conocer en su visita y así tener a más gente con la cual recorrer la ciudad. “Así conocí a Jorge. Me pareció muy educado y simpático, cuando empezamos a conversar. Me dio muy buena sensación. Él supo de mis planes de viajar e incluso se ofreció a tramitarme la carta de invitación que piden en Migración. Resultó que, para las fechas en las que pude viajar, mi prima ya se había regresado a Panamá, pues habían finalizado sus estudios y había expirado su permiso de residencia”.
Pese al temor inicial y a las dudas, la ausencia de su prima no fue impedimento para que Aracely realizara el viaje que tanto había esperado. “Llegué a España el 22 de julio de 2009, en pleno verano español, con un calor sofocante, como en mi tierra. Jorge me recibió con mil atenciones. Ese día paseamos y comimos mariscos. A los pocos días, me presentó a su familia. Se reunieron todos en un local para darme la bienvenida, fue un gesto que me llenó mucho el corazón, a tal punto, que me quedé un mes y una semana para pasar todo el tiempo posible con él. Ahora que lo pienso, fui bien atrevida. Fue una locura venir así, tan arriesgada, sin conocer a nadie. Él vivía solo, así que fue una inmersión total como pareja. Cuando las cosas son para uno, todo fluye sin problemas. Pero hay que estar decidida a actuar, a correr el riesgo”, apunta.
Su prima sólo le había dejado un teléfono de contacto de un amigo de ella, por si las cosas con Jorge no salían bien o por si llegaba a necesitar algún tipo de ayuda. Afortunadamente, no fue necesario llamar a nadie. Las cosas salieron tan bien que, cuando Aracely regresó a Bocas del Toro, su ciudad, ya fue teniendo en mente su vuelta definitiva a España. Sólo había que buscar la vía legal para hacerlo. “La experiencia previa de mi prima, a nivel académico, me ayudó para poder hacerlo por ese camino. Presenté la documentación en la universidad y me aceptaron. En 2010, él fue a visitarme a mi país, para conocer a mi familia. Y ya en 2011, aterricé de nuevo en España, esta vez para estudiar un Máster en Gestión y Planificación de los Procesos Empresariales, durante más de dos años, en la Universidad de Valencia”, explica.
Comunicación complicada
Cuando llegó a España, Aracely reconoce que tuvo un choque cultural brutal, algo que realmente nunca imaginó, tratándose de un país con el que hay lazos históricos y se comparte lengua. “Me pasó tanto a nivel social como a nivel académico. Yo llevaba mucho tiempo sin estudiar, sólo repasaba los manuales del banco. En las clases universitarias me sentía obsoleta, no comprendía bien las explicaciones. Y además sentía que ellos no me entendían cuando yo hablaba, la forma de usar mis palabras, era como si les hablara en otro idioma. Fue algo extraño, de verdad. Me sentía bombardeada de información y me costó bastante adaptarme a la dinámica de estudios. No me podía comunicar libremente. Yo me adapté totalmente, cuando terminó el curso. He sido consciente de la excelente calidad que tenía el máster, hasta ahora. Pienso que si lo estudiara en estos momentos, lo aprovecharía muchísimo más y disfrutaría más la experiencia académica, sin ese hándicap inicial que tuve. Pero, bueno, estos son procesos humanos y uno tiene que irse adaptando, poco a poco”.
La convivencia en pareja también llevaba su ritmo. “Al principio todo fue bien. Él estaba muy enfocado en que yo me sintiera bien. Luego, es normal que empiecen a surgir las manías de cada uno, como adultos que somos. La ventaja es que nosotros nos llevamos bastante bien, nos tenemos mucho respeto y hemos cultivado una buena relación como personas, que es lo que cuenta cuando estás con alguien, sin importar de dónde sea”.
La forma de ver la vida en España y la manera de relacionarse entre ellos es algo que la sorprendió mucho al llegar. “Sabemos que no se puede generalizar, pero creo que nosotros los latinoamericanos sentimos que somos más alegres y positivos en nuestra manera de vivir y relacionarnos. Aquí la gente es más de ver los obstáculos y problemas de las situaciones, quizá porque consideran que eso es tener una visión realista de las cosas. También hay que tener en cuenta que en nuestros países hay menos oportunidades sociales y económicas y estamos acostumbrados a vivir frente a la adversidad. Nadie te ayuda, nadie te da nada. Aprendemos a resolver las cosas por nosotros mismos y a ser felices de esa manera, aunque también nos quejamos y a veces esperamos, erróneamente, que sea el gobierno quien nos resuelva la vida”, señala.
Lo que le sigue encantando del país es la seguridad que hay en las calles, en especial la belleza y tranquilidad de las calles valencianas. Y, sobre todo, la unión que hay en las familias y la intensidad de las relaciones que desarrollan: “Aquí la gente cuando te quiere, te quiere de verdad”, destaca.
Trabajar un tiempo en el sector de seguros la ayudó, sobre todo, a conocer la dinámica social del día a día, horarios, formas de transporte público, costumbres de la gente, manera de abordarla y ámbitos en los que les parecía prioritario invertir su tiempo y su dinero.
La crianza desde dos culturas
Tener a su cargo a un niño fue algo que Aracely experimentó, incluso antes de ser madre. “Mi esposo y yo tuvimos a una niña, de 9 años, en acogida. Aunque hubo momentos duros con ella, fue una situación que me aportó mucho como ser humano. La niña estaba desamparada, bajo la tutela de servicios sociales y nosotros la cuidábamos, mientras su situación familiar mejoraba”. Esa situación también la ayudó a conocer más de cerca el sistema social y legal español, pues hubo muchas diligencias administrativas que debían hacerse, en el contexto de acogida.
Posteriormente, el nacimiento de su hijo Joel, de un año de edad, ha sido un parteaguas que la ha hecho reflexionar sobre aspectos humanos, educativos y culturales que antes no eran prioridad en su vida. “Pienso que el principal reto para nosotros es educar a niños capaces de vivir en estos entornos multiculturales. Yo no quiero transmitirle mis miedos a él. La vida es dura y tenemos que dotarlos de seguridad, de fuerza. Cortar ese hilo de miedo y empoderarlos para que piensen diferente a generaciones anteriores. Que nos superen en ese sentido. Que no se queden atrapados en sus inseguridades. Que tengan todas sus herramientas para la felicidad, decidan lo que decidan hacer”.
Disfrutar de una crianza en la que se mezclan elementos culturales está siendo todo un aprendizaje para Aracely: “Me sigo acostumbrando a las palabras que se usan aquí. Por ejemplo, si están jugando con el bebé y, de repente, el niño los aprieta o hace algo, le pueden decir: ‘¡ay, maricón!’, pero no se hace con mala intención o con un sentido peyorativo. Es como decirle: “¡ay, cabrito!”, jajaja! Pero, claro, la primera vez que alguien le dijo eso a mi niño, ¡casi me da ataque! Jajaja! Uno tiene que encajarlo y entenderlo. Pero también siempre está la opción de decir, con mucho tacto y educación: ‘por favor, no le hables así a mi hijo’. También ellos deben entender que hay códigos lingüísticos que deben respetarse, sobre todo, con un niño pequeño”, explica.
Conocer la historia española, su vivencia de guerra y postguerra, ha ayudado a Aracely a comprender por qué las generaciones de personas mayores en España suelen tener una visión de mundo bastante particular todavía. “Entiendo que la guerra te expone a muchas carencias, tanto materiales como emocionales. Lo poquito que tenían lo tenían que cuidar y conservar, de cualquier manera. Por eso estas personas tienen mucho miedo a los cambios, a salir de su zona de confort, porque la incertidumbre y la inestabilidad de algo distinto los conecta con esa época de dolor y angustia que vivieron. El problema es cuando se traslada eso a los hijos y nietos. Creo que es ahí donde debe hacerse el cambio, porque el mundo ya es otro”, detalla.
Si hay dos herramientas que ella considera que le han ayudado en sus años de inmersión en la cultura española son el sentido del humor y cultivar una autoestima alta. “Aunque he pasado momentos de bajón, como todo mundo, eso me ha ayudado a que los choques culturales no me debiliten. Reírse de todo y de uno mismo y recordar siempre quién eres te mantiene firme, porque a veces hay gente que te habla de una forma muy dura, muy seca, y te transmite cosas que a lo mejor no es consciente del daño que hace. Puede llegar a minar tu autoestima. Uno tiene que saberlo superar y no derrumbarse con esas opiniones”, finaliza.
Conozco a Aracely y cómo habéis podido comprobar, es una mujer 10.
Espectacular, Aracely es una mujer decidida y de armas tomar. Que gran artículo.
También conozco a Aracelys y es una chica increíble, muy culta y con don de gentes,algo que me gusta es que está enseñando a su bebé a relacionarse con todas las personas, lo cual hoy en día no es muy habitual existen muchos padres que tienen a sus hijos aislados de los que no son sus familiares, sin embargo Joel es un encanto se ríe con todo el mundo y le encanta socializar. Una madre 10 sin duda alguna.
Aracely es una mujer muy especial, de carácter fuerte, pero dulce a la vez… una gran persona. Excelente artículo!!! Un abrazo desde Colombia
Gracias por leernos, Marcela! Un abrazo 🙂