Por: Claudia Zavala
La situación de desigualdad de las mujeres en el mundo ha sido un tema de preocupación permanente, para Claudia Romero Duarte. Nacida en El Salvador, ha vivido y trabajado en países tan dispares como Honduras, India, España y Brasil, donde reside actualmente.
Su experiencia migratoria, como ella recuerda, inició cuando tenía 13 años, en Los Ángeles, Estados Unidos. Era 1989, y las que serían unas vacaciones escolares de 3 semanas se convirtieron en 2 meses de estancia, pues la ofensiva final de la guerra civil salvadoreña estalló, en el mes de noviembre. Para que estuviera ocupada y aprendiera inglés, la matricularon en una Junior High. “Esa fue mi primera sensación de sentirme ajena a una cultura. Aunque había viajado antes por Centro América, lo viví por primera vez en Estados Unidos. También ahí comenzó mi curiosidad por viajar más y conocer otros países”.
Su interés por otras culturas traspasó también al terreno sentimental. Claudia conoció a un español con el que contrajo matrimonio, en 1999. “Él llegó en 1996 a trabajar a El Salvador. Es funcionario del Cuerpo Exterior del Ministerio de Economía de España. Después de casarnos, pidió una excedencia en su trabajo, con la intención de quedarse más allá de los tres años que tocan por país. En ese tiempo, trabajó en una ONG y, como no se sintió cómodo totalmente, decidimos que él retomaría su trabajo en España. Así, viajamos a ese país, en el año 2000”.
Claudia comenta que, pese a que había estado previamente en el país mediterráneo como turista, para ella fue muy duro llegar a España. “Yo estaba acostumbrada a ser muy activa, trabajar, estudiar y tener muchos amigos. Cuando llegué ahí, mi dinámica cambió, en todos los sentidos. Fue un trauma. Además, me quedé embarazada, a los dos meses de haber llegado. Fue una bendición por un lado, pero para buscar un trabajo fue muy difícil. Aparte, mi percepción era que, al menos en ese momento, Madrid era una ciudad poco cosmopolita. Sentía a la gente con muchos prejuicios y poco interés por los extranjeros. Yo venía de trabajar en una universidad y en dos multinacionales, por lo que el mundo laboral se me hizo poco interesante. Ya siendo mamá, empecé a dar clases privadas de matemáticas e inglés, en Madrid”.
Decisiones familiares
Tiempo después del nacimiento de su hija, en 2002, el matrimonio decidió que Claudia y la niña viajaran a El Salvador, para estar con su familia materna. “Le consultamos a una psicóloga, a ver si la separación de su padre podría afectarle y nos dijo que, si los padres se querían, los niños siempre están bien. Por otro lado, mi hija y yo nos encontramos con una gran familia, entre amigos y parientes, que nos acogieron súper bien. Nos quedamos todo un año con ellos en mi país. En ese tiempo, también viajamos a España, para estar con mi esposo”.
En 2003, la familia volvió a reunirse, pues su marido fue destinado a Honduras. Claudia comenta que encontraron a una gran comunidad de salvadoreños, con la que formaron la asociación “Hermanos por siempre”, de la cual ella fue Secretaria. “Hicimos muchas actividades, con el fin de acompañar y ayudar a nuestros compatriotas. Recuerdo que hubo un huracán, recaudamos fondos y ayudamos a hospitales de niños de Honduras. Hay profesionales salvadoreños muy preparados en ese país”.
Después de tres años, volvieron a España. “En cualquier matrimonio y más si estás casada con un extranjero, tienes que hacer acuerdos. El nuestro fue que yo lo apoyaría en su trabajo y luego él después me acompañaría a mí, en las decisiones laborales que tomara. Soy administradora de empresas. Es una carrera agradecida y, junto a mi conocimiento de idiomas, creo que puedo acoplarme laboralmente en distintos lugares”.
Fue, precisamente, su conocimiento de inglés y francés, lo que la ayudó a encontrar trabajo en el entonces boyante mercado laboral español. Comenzó a trabajar en una empresa que prepara cursos para altos ejecutivos. Sus conocimientos en protocolo y en organización de eventos también fueron clave para que se abriera camino en esta nueva etapa personal y profesional, que duró de 2006 a 2009. En ese tiempo también realizó una Maestría en Finanzas que le permitió trabajar en un banco.
“Aunque tenía mi trabajo y seguía estudiando, siempre sientes que tienes un límite, un techo, sólo por el hecho de ser extranjera, hasta cierto punto. Recuerdo que tenía choques con mis compañeros de trabajo, porque a mí me gusta trabajar mucho y sentía que algunos de ellos se quejaban mucho. No se puede generalizar, obviamente, hay gente que no es así. Conocí a gente estupenda también. Pero sí percibía que, a veces, en el entorno laboral, eran negativos y quejicas. Y me sorprendía también su falta de curiosidad por el extranjero. No puedo imaginar en España a una persona negra o latina ocupando un alto cargo. Lastimosamente, siento que desaprovechan el talento extranjero, por prejuicios. Y los medios de comunicación no ayudan para integrar y despertar esa curiosidad por el otro. En general, mi caso ha sido afortunado por las cosas que me ha tocado vivir. Sé que la mayoría de salvadoreños no ha tenido mucha suerte en cuanto a acceder a estudios o aprender otras lenguas. Soy muy consciente de ello”.
Uno de los aspectos que más la impactaron fue la realidad que viven en España muchas mujeres latinoamericanas, entre ellas salvadoreñas, trabajando en el servicio doméstico. Claudia trabajó en la “Red Latinoamericana de Mujeres” para conocer casos de verdadera vulnerabilidad y desamparo social y legal de un extenso grupo de mujeres que, pese a que trabajan más horas de las reglamentarias, no tienen acceso a un servicio de salud, no cotizan en la Seguridad Social y, muchas veces, sufren acoso sexual por parte de los ancianos a los que cuidan. Y aguantan esta terrible situación, para seguir manteniendo a sus familias en sus países de origen. “Admiro muchísimo a esas mujeres, por el esfuerzo que hacen para mantener a sus familias. Ver su lucha, a pesar de tanta adversidad, es una verdadera fuente de inspiración”.
Si el contraste con España fue importante, a Claudia le esperaba vivir uno mucho mayor, de 2009 a 2012: Su experiencia en India. El país asiático fue un verdadero impacto para ella, en cuanto a la situación de discriminación y vulnerabilidad que viven la mayoría de mujeres. “Ser mujer y extranjera es una doble vulnerabilidad. Si no conoces la cultura y el idioma de un lugar no puedes hacer absolutamente nada. En India, agradecí haber nacido en El Salvador donde, a pesar de la pobreza y los problemas sociales y de seguridad que hay, nadie me negó la educación, nadie me obligó a casarme con un hombre, nadie me prohibió conducir un carro. En la India, todas esas cosas tan básicas para nosotros, son todo un desafío por superar para la mayoría de mujeres”.
Nuevamente, su apertura a la diversidad cultural y su conocimiento de idiomas la ayudaron a ubicarse laboralmente. Aparte de tomar clases de hindi y ruso, trabajó en una Embajada y colaboró con una ONG que rescata niños esclavizados. Según cuenta, buena parte de esas niñas son musulmanas que trabajan para ahorrar y pagar su dote matrimonial. Si son niños, trabajan para pagar el matrimonio arreglado de sus hermanas. Generalmente, sus madres no pueden trabajar. La labor de Claudia consistía en acompañar a estas mujeres para buscar formas de trabajar y vender productos y así dar una salida a su situación y la de sus hijos. “Antes de ir a la India, ya tenía mucho interés por el trabajo del economista y Premio Nobel, Amartya Sen, y los temas de Desarrollo Humano. Ese enfoque teórico me ayudó a ubicarme cuando llegué a esa sociedad tan chocante para nosotros. Para mí, la India fue una escuela que completó mi formación no universitaria o profesional. Fue un compromiso personal a seguir trabajando por los derechos de las mujeres, desde un enfoque de género, no importa dónde esté”.
En 2012, la familia retornó a España, esta vez, encontrando a un país hundido en una terrible crisis económica. Luego de 7 meses de espera para renovar sus documentos legales para poder trabajar, llegó un nuevo destino para la familia: Brasil. “Vivimos en Sao Paulo. Brasil es un mundo, un universo. Los brasileños son personas amigables, acogedores, nunca me he sentido rechazada. Me ofrecí como voluntaria para trabajar en una universidad y tuve la suerte de encontrar el Instituto de Estudios Brasileños, con gente muy formada y maravillosa, que me han abierto las puertas totalmente. Ya tenía conocimientos de portugués y siempre he sentido un gran interés por su cultura. Eso me ha ayudado a integrarme. Después de conocer tantos lugares, definitivamente, mi lugar en el mundo es Latino América”.
Para Claudia, el ritmo de vida que ella y su marido han llevado ha impactado positivamente en la educación que su hija ha recibido. La diversidad cultural, lingüística y religiosa que ha ido conociendo, a lo largo de todos estos años, es sin duda, su mayor riqueza. “Por un lado, tiene la parte dura de tener que despedirse, cada tres años, de los amigos que hace en cada lugar. Y eso no es fácil, porque te impide echar raíces. Pero, por otra parte, creo que ese proceso la ha convertido en una jovencita muy inteligente, abierta, divertida y muy flexible a los cambios. Ella es sensible al tema de las mujeres también. Participa en un grupo que se llama ‘Femolution’. Cuando la veo, pienso en la necesidad que hay de hablar de la situación de las mujeres, desde pequeñas. De impartir formación de género en las escuelas, y disminuir la brecha de desigualdad tan grande que tenemos. Pienso también en la tristeza de venir de un país que expulsa a su gente y que a los que estamos afuera nos impide considerar la posibilidad de regresar. Queda mucho por cambiar todavía”, finaliza.
Q maravillosa experiencia cultural ! Ud nos recuerda q somos bendecidas por ser mujeres con educación y habilidades q debemos poner al servicio de los más necesitados . Gracias por representar tan bien a la mujer salvadoreña en cada uno de los paises q ha vivido. Espero algún día poner conocerla . Abrazos desde New York
Gracias por leernos, querida Leticia! Un abrazo 🙂
Querida Leticia, Eres muy generosa con tus palabras. He conocido en el camino mujeres realmente excepcionales que son siempre un ejemplo para todas nosotras. El placer será mio de conocerte, estoy segura que tu también eres una mujer excepcional y luchadora como muchas salvadoreñas que he conocido. Cuando puedas cuentanos sobre ti y sobre Nueva York. Estados Unidos desde luego me parece un lugar duro para cualquier latino. Me quedo a la órden acá en Brasil. Un abrazo muy fuerte hasta New York y esperamos tus noticias.
Hi Claudia, how do you do? I hope you’re doing fine! Take care, Rob (we met many, many years ago in San Salvador, at the UCA, I was studying theology)
Me siento muy orgullosa de ti hermana también es de recordar que nuestra mamá nos educó para ser mujeres independientes, con sentido de justicia y hacer lo correcto. Nos sentimos tan felices por ti, tu esposo que te ama y apoya tanto y nuestra bella sobrina tan inteligente y luchadora como su mamá. Un abrazo y a seguir adelanté hay tanto por hacer.