Lo que sería sólo un mes de vacaciones en Dallas, Texas, se convirtió en un rotundo cambio de vida para Kryssia Guillén y su familia, en el año 2001. “Jamás imaginé emigrar. Mi esposo y yo teníamos trabajos estables en El Salvador y sólo queríamos pasar un tiempo con nuestras familias. La suya estaba en California, la mía, en Texas. Decidimos ir a Dallas, junto a nuestro hijito de 4 años, un 9 de enero de 2001”, recuerda.
Sólo 4 días después, la noticia de un devastador terremoto en El Salvador hizo que Kryssia y su esposo se plantearan quedarse un tiempo en Estados Unidos, mientras la situación de emergencia se estabilizaba en su país de origen. “Pedimos permiso a nuestros jefes y nos dijeron que, durante 6 meses, podíamos estar fuera y conservar nuestros empleos”.
Ella aún recuerda los comentarios de sus familiares y amigos, en cuanto al panorama laboral y económico que, supuestamente, se les abriría: “Siendo ustedes profesionales y con la experiencia de trabajo que ambos tienen, aquí en Estados Unidos les va a ir muy bien”, les dijeron. Según Kryssia, nada de eso fue cierto. Y los meses que habían pactado inicialmente se convirtieron en un año. Luego, pensando en un futuro mejor para su familia, la decisión de quedarse a vivir, definitivamente, primó.
“Mi shock fue tremendo. La gente te dice una cosa, pero lo que uno realmente encuentra es otra cosa muy distinta. Nada de lo que sabía me sirvió, ni mis títulos universitarios importaban. Mi inglés no era fluido, pese a que había estudiado 18 módulos en el Centro Cultural Salvadoreño. Al ponerlo realmente en práctica, mi nivel era tipo ‘pollito chicken, ventana window’. Fue tremendo ¡Me sentía totalmente anulada! No quería hablar ni con la cajera del súper, era horrible esa impotencia de no poder comunicarme bien. Mi licenciatura en Mercado y Administración fue a parar a un Mc Donald’s, a la limpieza de casas, a las mesas de los restaurantes que limpiaba… esa fue mi realidad al llegar. Sé que mucha gente dirá que es ‘lo normal’, pero a mí me pegó bastante en mi autoestima”.
Esa realidad laboral que la desencantó profundamente, sumada al surgimiento de fantasmas del pasado, hizo que Kryssia cayera en una depresión muy fuerte. “No voy a dar demasiados detalles, pero yo en mi juventud sufrí un secuestro y eso me marcó muchísimo. Cuando me liberaron, me dijeron que tenía que callar y no denunciar, para que nada malo volviera a ocurrir. Así lo hice, durante muchos años. Por miedo. Cuando llegué a este país y se me juntó tanta frustración, volvieron a emerger cosas que pensé superadas. La experiencia migratoria es algo que sacude muchas de tus fibras y, aunque intentemos tragarnos cosas para salir adelante, es algo que debemos enfrentar, para realmente dar un cambio en nuestras vidas”.
Pese a las dificultades vividas y al panorama poco alentador, su experiencia en agencias de publicidad, trabajando como modelo, en departamentos creativos, en el área de créditos y cobros y en empresas de exportación-importación, entre otros, le permitieron tener una perspectiva más amplia de lo que podía conseguir a mediano plazo. “Decidí mejorar mi inglés y tomar pequeños cursos de negocios, para explorar en qué áreas podía desarrollarme después de pasar esa etapa. Tomé esos trabajos iniciales como un trampolín, muy duro, pero que me daba la fuerza para mentalizarme a mejorar. No tenía otra salida”.
Un día, mientras se encontraba en una hamburguesería, un hombre se le acercó y le preguntó a qué se dedicaba. “A pesar de la situación difícil y de bajón emocional que estaba pasando, yo no perdía el glamour, jajaja! siempre intentaba ir bien arreglada y tenía mi mente dando vueltas en las cosas que quería conseguir: ‘Soy una soñadora en busca de oportunidades’, le dije. Ahora me da risa recordarlo, pero pienso que no existen las casualidades, sino las ‘diosidades’. En ese momento, después de conversar sobre mi experiencia laboral, ese señor creyó en mí y me planteó dedicarme al sector de préstamos para casas. Él me dio la oportunidad de aprender y yo la aproveché. A los 3 años de haber llegado a Dallas, y ya con un segundo hijo que criar, puse mi propia oficina de ‘Loan Officer’ con otras conocidas y me lancé a comprar mi propia casa, sin tener historial de crédito, pues se me dio la oportunidad. Fue antes del crash del 2008. Nuevas cosas empezaban a surgir en mi vida, después de ese inicio tan duro”, relata.
Cuando la crisis financiera estalló, tuvo la oportunidad de trabajar en el aeropuerto de su localidad y, a la vez, continuaba explorando opciones para mejorar laboral y financieramente. En 2013, un amigo salvadoreño le propuso dedicarse al área de importación y exportación, aprovechando los contactos que ya había ido acumulando en sus años de trabajo. “Mis labores son más de conexión y de marketing. Yo vinculo a los clientes de ambos países, para traer y llevar sus productos. Hasta la fecha, sigo en eso. Si no logro dejar millones, al menos quiero enseñar a mis hijos que uno puede conseguir lo que se proponga en la vida, y ayudar a otras mujeres a que puedan hacerlo. Somos las que más carga soportamos en todo, las más golpeadas y afectadas con las crisis, la desigualdad, es necesario que busquemos otras opciones para salir de esos puntos de estancamiento en los que muchas veces estamos. Lo fundamental es cambiar nuestra mentalidad. Si no se hace, es muy difícil avanzar”.
Su vinculación con el mundo empresarial hizo que, en 2015, recibiera el ofrecimiento de representar a la comunidad salvadoreña como Presidenta en la Cámara de Comercio de El Salvador en Dallas (El Salvador Chamber of Commerce), que llevaba un tiempo sin estar activa. “Represento a mi país, pero para hacer un buen trabajo tengo claro que debo relacionarme con personas de todas las nacionalidades. Es importante abrirse mental y culturalmente, para construir un camino real de oportunidades y proyectos”.
Su facilidad de palabra y de trato con la gente, hizo que ese mismo año iniciara “Charlando con Kryssia”, un programa de radio que buscaba generar un espacio de apoyo a emprendedores latinoamericanos, especialmente salvadoreños. “Me gusta dar a conocer una cara del país que no se conoce, la de las personas con ideas, con esfuerzo, que luchan por conseguir lo que quieren. Hay mucha gente educada y visionaria de nuestro país que quiere aportar mucho a esta sociedad y pocas veces las conocemos. También tuve la oportunidad de producir segmentos de televisión, en esa misma línea, durante un año”.
La vinculación de Kryssia con la comunidad salvadoreña en Dallas le abrió las puertas de la Casa Blanca, en 2016. Fue elegida como líder comunitario y empresarial y fue invitada, junto a cuatro delegados más provenientes de Dallas, para expresar los obstáculos y necesidades de la comunidad salvadoreña en la región. “Fuimos varias personas a aportar ideas, hacer propuestas y sugerir cambios para favorecer a nuestra gente. A partir de ahí, decidimos organizarnos formalmente en una entidad sin fines de lucro llamada ‘Salvadorean for success’, para ejecutar varias de esas ideas que surgieron en ese encuentro”.
La asociación está, actualmente, enfocada en dos objetivos centrales: El apoyo a la alfabetización de jóvenes y adultos y el apoyo a las víctimas de insuficiencia renal. El voluntariado educativo que realizan desde la entidad permite que los jóvenes y adultos participantes en el programa puedan cursar 1º, 2º y 3er grado en Dallas, contando con la homologación del Ministerio de Educación de El Salvador.
Para Kryssia, el balance, después de 16 años de proceso migratorio, es positivo. “Tengo la dicha de tener un esposo que me cuida y apoya en todas mis locuras. Mis hijos ya tienen 14 y 21 años. El mayor acaba de poner su propia empresa de comunicación y marketing digital. Somos socios. Me dice que el marketing que yo aprendí ya está desfasado, jajaja! así que estoy aprendiendo mucho con él. Creo que, después de todos estos años, tengo el privilegio de seguir luchando y ayudando en lo que puedo. Siento que así puedo acortar el camino de obstáculos de otra gente, porque no es fácil llegar a este país. Sé que muchas personas que han emigrado guardan un dolor, un luto, bien sea por estar separados de su familia, o por consecuencias de la postguerra o situación de inseguridad que hemos vivido. Yo comparto mi experiencia, porque creo que sí se puede sanar el alma, buscando ayuda profesional e intentando perdonar, aunque es difícil olvidar. Callar no es la mejor solución. Hay que saber expresarlo a las personas correctas e intentar renovar el espíritu. Mi padre, que murió cuando yo tenía 13 años, siempre me dijo ‘Debemos perdonar a quien nos hace el mal’. Yo trato de honrarlo a él en cada cosa que hago. Con mi fe y la ayuda de Dios, he logrado transformar la “v” de víctima por la “v” de victoria. Y pienso que todavía me queda mucho por construir”, finaliza.
Linda historia!! Se prueba una vez más q nada sucede por casualidad q Dios tiene un propósito en nuestras vidas . La felicito su última reflexión es totalmente positiva y verdadera . Cambiar la V de víctima por la V de la Victoria . Abrazos
Totalmente, Leticia! Muchas gracias por seguir siempre las historias, desde la diáspora. Un abrazo!