Por: Claudia Zavala
Mejorar el bienestar psicológico y emocional de su hija fue el detonante para que Susan Marenco decidiera emigrar de tierras salvadoreñas. “En el año 2001, hubo dos terremotos muy fuertes, en enero y febrero. Hubo muchas réplicas que nos mantuvieron en vilo. Mi hija, de seis años, y yo vivíamos cerca de una de las zonas más devastadas, ‘Las Colinas’. Un día, andábamos en busca de agua y comida por la zona y vimos todo ese desastre. Las casas derrumbadas, la gente buscando a sus familiares, la tristeza, la desesperación… Esa escena afectó tanto a mi niña, que quedó como en shock por el miedo. Comencé a pensar que, si eso seguía así, era urgente que hiciera algo para sacarla de aquella situación”, recuerda.
Madre soltera, divorciada a los 23 años, Susan recibió el apoyo de su madre y padrastro, residentes en Estados Unidos, para iniciar los trámites de ambas y poder viajar. Después de varias entrevistas, papeleos y una espera de cuatro años, la resolución positiva de su residencia estadounidense llegó, en el año 2005. “La situación económica y de inseguridad en el país iba cada vez peor, pero aún así fue una decisión difícil de tomar, pues ahí estaban mis raíces y mis redes. Pero, pensé en una nueva vida más segura para mi hija y me lancé”.
Así, el 17 de agosto de 2005, Susan y su hija Daniela aterrizaron en el aeropuerto Louis Armstrong, de Nueva Orleans. Sin embargo, la ilusión del nuevo ciclo de vida se derrumbó cuando, tan sólo una semana después de su llegada, sucedió el devastador huracán “Katrina”. “Habíamos vivido el huracán ‘Mitch’ en nuestro país, pero nunca imaginé lo terrible que puede llegar a ser un desastre de este tipo. ‘Katrina’ fue peor que todos los terremotos y huracanes juntos que habíamos vivido antes. Nosotras, que íbamos huyendo de esa vulnerabilidad permanente en nuestra región, estábamos en uno de los países más ‘poderosos’ y preparados del mundo, viviendo una desgracia inimaginable”.
El impacto de “Katrina” en la zona en la que vivían fue tal, que todos los habitantes tuvieron que ser desalojados a refugios. Ellas viajaron a Memphis, Tennessee, donde permanecieron un mes, hasta poder regresar. “Ese fue mi ‘Welcome to America’”, dice entre risas.
El retorno a la zona fue triste y desolador: No había luz, ni agua, ni escuelas, ni trabajo, ni nada. Al evaluar que la reconstrucción de la ciudad y la vuelta a la normalidad tardarían y con la responsabilidad de mantener a una hija, decidió viajar a California, a buscar oportunidades laborales, a finales de septiembre de 2005. Su experiencia en las áreas de comunicación, marketing y publicidad en su país, le ayudaron a ubicarse en una pequeña agencia de producción. “Realizábamos comerciales para empresas latinoamericanas. Hacía ‘voice overs’ para infomerciales. Trabajé para TV Azteca América un tiempo, pero la empresa despidió de una vez como a 25 personas y yo, al ser la recién llegada, me fui en la colada. Tuve que volver a Nueva Orleans a buscarme la vida, otra vez”.
La pasión por la cocina
Aunque su desarrollo profesional había estado orientado al ámbito comunicativo, la verdadera pasión de Susan fue siempre la cocina profesional. “Mi plan era estudiar para chef. Al volver a Nueva Orleans, pude encontrar trabajo en el hotel ‘Holiday Inn’, en la recepción. Mi idea era dar el salto a la cocina del lugar, fuese como fuese, para aprender, poco a poco”.
La atención al cliente en su nuevo trabajo la expuso a su falta de dominio del idioma inglés. “Yo me gradué de una escuela bilingüe en El Salvador, pero realmente en los últimos años se me había olvidado, porque no lo practicaba. Lo evidencié cuando ya estuve en el trabajo. Pasé momentos muy humillantes. Hubo gente que se enojaba, porque yo no les entendía al 100 por ciento lo que me decían o porque no me expresaba bien. ‘¿Si no sabes inglés, qué estás haciendo aquí?’, me decían. O ‘estás en Estados Unidos, ¡tienes que hablar inglés!’. Esos momentos me hicieron una caparazón bien dura, porque tenía que aguantar, por mi hija, y porque era la única forma de seguir aprendiendo y creciendo”.
Practicó mucho el inglés y se quitó la vergüenza, para conseguir su objetivo de entrar en la cocina del hotel. “Me metí a la cocina a hablar con el chef. Veía lo que hacía, le preguntaba cosas. Le pedía permiso para ayudar. Tanto vio mi interés que, al poco tiempo, tuve dos turnos de trabajo: por la mañana, en la recepción y, por la tarde, en la cocina. Empecé lavando platos, limpiando la cocina y haciendo de ‘commies’ o asistente. Lavar platos te enseña el negocio desde la raíz, te da mucha disciplina. Para darme las órdenes, el chef me hablaba en un lenguaje súper técnico que desconocía. Fue ahí cuando decidí profesionalizarme”, explica.
Enfocada en formarse en una de las mejores escuelas de cocina del mundo, apostó por “Le Cordon Bleu”, en Miami. Después de un duro proceso de 6 meses para ser aceptada y la consecuente búsqueda de dinero para financiar sus estudios, Susan voló a Florida, a luchar por su sueño. “Fue la etapa más dura para mí. Por primera vez, me separaba de mi hija. Por el ritmo tan intenso de estudios y trabajo que iba a llevar, era mejor que se quedara con sus abuelos en Nueva Orleans”.
El deseo de encontrarse pronto con Daniela hizo que se trazara un objetivo: Terminaría sus estudios en 1 año y medio, en lugar de 2 años y medio, como lo hace la mayoría de estudiantes. Para ello, tomó todas las clases extras que pudo, para adelantar materias. Estudiaba durante 8 horas y trabajaba otras 8 al día. Llegaba a su casa a las 2 de la madrugada de trabajar y a las 6:30 am salía a estudiar. “Mi motor era mi hija. Me inyectaba de energía pensar que podría estar con ella pronto y que podía darle una mejor vida”, añade.
Su intensa rutina recibió todos los méritos: Susan se graduó con 4 puntos, la calificación más alta que se puede obtener en su formación. En ese tiempo, ya trabajaba en el conocido restaurante “Emeral Lagassi”, en Florida. “El trabajo en el restaurante era durísimo, pero valió la pena. Al estar en un área turística, servíamos de 500 a 700 covers o servicios por persona, los fines de semana. Era una maquinaria productiva brutal. Eran las grandes ligas de la cocina. Trabajar con Emeral de manera directa, es una gran experiencia para cualquier amante de la cocina”, dice.
Al terminar su formación en Miami, volvió a Nueva Orleans, para realizar un “internship” con el chef John Besh, en su restaurante “La Provence”. “Era un ritmo un poco más relajado, porque era otro concepto. Manejaba otra técnica de cocina, la gente pasaba más tiempo en las mesas, era otra actitud y tiempo ante el cliente. Luego estuve en ‘Domenica’, haciendo pastas, durante 8 horas al día, soñaba con los ñoquis y todo, jajaja!”
Una pausa y nuevos aires
Al poco tiempo, una corporación de restaurantes la contrató para expandir sus locales en Florida. Se instaló, nuevamente, en la ciudad, para enfrentar el nuevo reto. Pese a que su crecimiento profesional iba a todo galope, el desgaste físico y mental que exigía, sostenido durante tanto tiempo, pasó factura a su salud. “Me enfermé mental y físicamente. Tuve una crisis bastante grave, a finales de 2009. Me dieron taquicardias y me hospitalizaron. Estuve un mes sin poder moverme. Estaba exhausta; mi mamá tenía que ayudarme a comer. Mi cuerpo se desconectó por completo”.
Luego de su recuperación, pero habiendo recibido la advertencia médica de cuidar mucho su corazón ante los picos de estrés, trabajó un poco más en la industria, en áreas menos intensas que la cocina. Así, en 2016, concluyó un ciclo de diez años de aprendizaje intensivo en el sector que tanto le apasiona.
Decidida a encontrar nuevas opciones laborales, y después de tres meses de profundo y necesario descanso, Susan recibió la oportunidad de trabajar como Production Manager en Liberty’s Kitchen, una organización sin fines de lucro, que atiende a jóvenes de 16 a 24 años de las áreas más deprimidas de Nueva Orleans, una de las ciudades más pobres de Estados Unidos. Son muchachos sin estudios y en situación de marginalidad. “Les enseñamos ‘life skills’ y ‘profesional skills’, para que tengan una base para reinsertarse en la sociedad. Vienen de la calle, no tienen hogar, sus padres los han abusado, maltratado, violado, hay niñas que son madres a los 14 años. Yo siempre había deseado trabajar en un proyecto así en mi país. Pero la vida me da la oportunidad de trabajar con gente que también lo necesita en esto que llaman primer mundo”, explica.
Otro de los programas de la fundación es “The school nutrition programm”, que alimenta a más de mil 500 niños de edades preescolares hasta High Shool, de forma diaria. “Llevamos la comida a las escuelas. Yo soy la responsable del programa de Nutrición y tengo a mi cargo a 30 personas a las que estamos desarrollando constantemente. A los niños les damos desayuno, almuerzo, snacks y cenas. Hay muchos de ellos que, si no van a la escuela, no comen. Es una realidad muy parecida a la de El Salvador. La mala nutrición es un tema económico. La obesidad va a peor, la diabetes tipo 2, que es la adquirida, hoy la desarrollan los niños. Los pobres comen mal y barato. Este es un programa con fondos mayoritariamente privados, sólo recibimos una contribución del gobierno. El 28% de las escuelas con las que trabajamos tiene población hispana. Así que siento que aporto a mi gente también”.
Pese a haberse desarrollado en un ambiente multicultural desde que llegó, Susan reconoce que en la zona en la que reside se dan casos de racismo y xenofobia. “Es una ciudad con un nivel alto de habitantes de raza negra, pero en la parte en la que vivo hay más blancos. Desde el triunfo de Trump, ha habido mucha libertad de personas blancas, racistas de toda la vida, pero que hoy han ‘salido del closet’, y se sienten respaldados políticamente y con el derecho de dar su opinión, diciendo o haciendo cosas feas. He recibido malas caras y actitudes discriminatorias, yendo de compras a Wallmart, por ejemplo. Me he sentido humillada en muchas ocasiones. Una vez, mi mamá y yo íbamos caminando alrededor de un lago que está cerca de nuestra casa. Había un grupo de adolescentes blancos. Nosotras íbamos hablando en español de nuestros temas y ellos empezaron a gritarnos que nos fuéramos a nuestro país. Me sentí abusada, como que me golpearon el alma. También sentí tristeza, de verlos tan jovencitos, de la edad de mi hija”.
Otra de las decepciones que ha tenido que vivir se refiere a la vulneración de su doble condición como mujer e inmigrante, de parte de hombres que se han querido aprovechar de ella. “Me pasó al principio. Un tipo me dijo que me iba a dar trabajo. Al estar solos en la oficina, quiso aprovecharse sexualmente de mí. Cuando vio que no podría conseguir lo que quería, me amenazó con llamar a ‘la Migra’, porque siempre piensan que eres ilegal. Lo más repugnante de todo es que era un hombre latino”, recuerda.
Después de 12 años de esfuerzo y sacrificios, las condiciones de desarrollo y de calidad de vida que Susan quería construir para su hija se han concretado. Daniela ha sido aceptada en la Universidad de Loyola, para estudiar “Music business”, y así gestionar proyectos musicales, festivales, conciertos y ser manager de artistas. Admite que, aunque la crianza de su hija ha sido difícil, sobre todo por su condición de madre soltera, ha sabido aprovechar las oportunidades que el sistema estadounidense le ha ofrecido. “Todo lo que hemos conseguido hubiese sido mucho más difícil en mi país, lastimosamente. A mi hija le he trasladado la importancia de luchar por lo que quiere, con disciplina y perseverancia, sin esperar a que nadie le regale nada”.
Cuando se le pregunta por sus proyectos a futuro, no duda en responder: “Mi sueño americano es volver a El Salvador. Devolverle a mi país parte de todo lo que he aprendido y he recibido en la vida. Siento que todos estos años han sido un entrenamiento para eso. Sueño con fundar una escuela y una ONG, algo muy parecido al concepto en el que trabajo ahora. Me apasiona identificar y fortalecer los talentos de los jóvenes. Quiero aportar en el desarrollo de mi gente. Enseñarles a que aprendan a nutrir no sólo su cuerpo, sino que alimenten sus mentes y diseñen sus sueños y, sin importar sus orígenes, se atrevan a transformar sus vidas, a transformar su mundo”, finaliza.
Como mamá de Susan Marenco me siento muy orgullosa de como ha salido adelante, a pesar de las barreras del idioma, racismo, etc que ha tenido. Ahora ella es una mujer fuerte que no tiene temor a los retos que se le presentan. Y puedo agregar que su fe en Jesucristo, le hace ser la mujer preciosa que es. Dispuesta a dar sin recibir nada a cambio y sin importar a quién.
Qué gran orgullo para usted como madre ver la lucha y evolución de su hija. Usted es parte medular de su historia, con todo el amor y el apoyo que siempre le ha dado. La recuerdo siempre con mucho cariño, niña Rosa. Un abrazo!!
Igualmente Claudia, hemos compartido poco tiempo en El Salvador, pero fue suficiente para ver tu nobleza. Y haz sido una gran amiga de mi Susanita, aún en la distancia esa amistad ha seguido. Eres como una hermana del alma para ella. Bendiciones.❤️
Gracias por sus palabras, doña Rosa. Susan también es como una hermana del alma para mí. Le mando un abrazote enorme, señora hermosa! 🙂
La felicito Senora solo uno que emigra sabe el duro camino a seguir y hay que ser persistente
Julieta,muchas gracias por sus felicitaciones, me encanta saber que nos identificamos con el sacrificio de ser inmigrantes. ¿Nadie nos dijo que sería fácil verdad? ¡Así que ahora a seguir para adelante! ¡Felicitaciones a usted!
Mami! Gracias por sus lindas palabras. La cuarta parte se la debo a usted. Gracias por verme con tanto amor!
Que orgullo como mujer ,madre e hija y sobre todo ser Salvadoreña!!
FELICIDADES a ti y que el señor siga guiando tus pasos para llegar más lejos!!
Linda y dolorosa experiencia.es bonito ver como hay personas q piensan regresar al pais y ayudar alas personas.esta historia me anima aun mucho mas regresar a mi linda tierra y ayudar a otros
Que lindo artículo Susan. Te deseo siempre muchas bendiciones.
Me alegra que te guste, Rosario. Gracias por dejar tu comentario. Recibe un cordial saludo 🙂
Chari, Gracias por tu comentario. ¡Un abrazo enorme!
Muy interesante. Es una lucha diaria. Yo llegué aquí con mi esposo y mi hijo y ciega. Hasta la fecha Dios ha sido bueno y con mucho sacrificio estoy a punto de terminar mi Maestría en Rehabilitación. Empecé como secretaria y, al igual que ella, me discriminaron tanto por mi acento y poca fluidez al hablar inglés. Yo, que en El Salvador había sido una abogada, fui tratada de la peor manera, simplemente porque al no hablar inglés bien, inmediatamente eres considerada tonta e incapaz. Pero mi familia me dio el empuje. Con mi ceguera y todo, aprendí el inglés en 6 meses, aprendi a usar braille en 4 meses y a usar la computadora a través de un sistema de voz. Me dijeron que era imposible para alguien que trabajaba “full time” estudiar más de dos materias por semestre. Y sorpresa heme aqui que en dos semestres completé 8 materias en inglés y A y B como nota. Me encanta ver historias como la de esta mujer, porque somos luchadoras e incansables!
Gracias por compartir su historia. Imagino lo duro que habrá sido superar tanta adversidad, sumando la capacidad especial de su ceguera. Créame, leer casos como el suyo le dan mucho más sentido a esta ventana de comunicación y construcción de comunidad que es “Diáspora azul”. Le mando un abrazo enorme y mi sincera admiración por sus logros y su lucha.
Yasmin, muchas gracias por sus palabras, y por compartir su experiencia, la admiración es mutua. Mujeres como usted son inspiración para que sigamos incansables el camino que hemos planeado. Un abrazo fuerte de sororidad.
Hay demasiados errores gramaticales en mi comentario, por favor si es posible me gustaría corregirlos. No es fácil escribir en el teléfono con el sistema de voz VoiceOver
No se preocupe Yasmín. Los he corregido y su comentario ha quedado bien redactado. Mil gracias por su interés, nuevamente, en contarnos su historia. Usted es realmente admirable.
Comparto mucho tu historia, ya que yo sali de El Salvador en El 2001 por los terremotos y mi hija menor paso lo mismo que tu hija, y que creo que son mas o menos de la misma edad mi hija nacio en El 95. Nosotros, mi esposo y mis hijas, emigramos a Canada y al principios no fue facil hoy gracias a Dios y al motor de sacar adelante a mis hijas nos va bien, mis hijas la mayor esta culminando su Phd en Psicologia y la Menor termino su bachelor’s degree en Nutrcion y comienza su Master’s en Public Health en Septiembre. Nuestro sueno con mi esposo es de regresar a El Salvador algun dia. Me identifico mucho con tu historia, yo vivi cerca de Las Colinas y me gradue de una Escuela bilingue, aca me toco aprender Frances para desempenarme en El mercado laboral. Trabaje en El Salvador en un proyecto para Niños de la Calle y con Save the Children y fue un trabajo que disfrute mucho. Sigue adelante y ojala algun dia nos crucemos en el mismo camino. Conozco a una familia Marenco a lot mejor son parientes. Cuidate mucho y sigue adelante.
Julieta! Esto que comparte es fascinante! Dos mujeres viviendo casi la misma historia. Gracias por su comentario. Me encantaría que pudiéramos comunicarnos y seguir compartiendo nuestras experiencias tan similares. La felicito a usted y a sus hijas por sus logros a pesar de las adversidades. ¡Abrazos fraternos!
Hola Susan tambien me gustaria estar en contacto con usted. La busque en Facebook y veo que tenemos cuatro amigos en comun, pero no trabajo en TACA?
El que persevera alcanza. Todo un ejemplo de entrega. Éxitos Susan.
Cesar, muchas gracias por tu comentario. ¡Ya sabes lo cabeza dura que soy! Y más aún con ejemplos como el tuyo y tu perseverancia y entrega… dan ganas de seguir con la necedad ¡Un fuerte abrazo y muchos recuerdos!
Grandeza!
¡Luis, muchísimas gracias por tu alentadora palabra! ¡Fuerte, fuerte! Un abrazo
Todo esfuerzo tiene su recompensa, con perseverancia y dedicación, Felicidades x tu lucha espero logres tu sueño americano, back home, “life is good”
Susan, eres una mujer admirable; fuerte y dulce a la misma vez. No dudo que llegaras muy lejos. Te admiro mucho! Todo mi cariño para ti
Una experiencia digna de compartir y demostrar que el capital humano (de su diáspora) es la riqueza mas grande que tiene El Salvador. Gracias por darla a conocer.