Por: Claudia Zavala
Lo que comenzó como un noviazgo de adolescentes, en su natal El Salvador, se convirtió en la experiencia que marcaría la vida de Esmeralda Baires. Era 1989 y tenía 15 años. Según cuenta, le presentaron a un muchacho que le gustó muchísimo cuando lo vio. “No sabía quién era. Luego resultó ser vecino nuestro. Cuando lo vi, sentí que me levanté en el aire y volví a caer. Fue amor a primera vista. Yo dije ‘con este hombre me quiero casar’”.
El enamoramiento inicial tomó forma de noviazgo, pero lo pudieron disfrutar durante poco tiempo, pues su novio y su familia emigraron a Nueva York, Estados Unidos, en 1990. “Pasamos casi cinco años sin vernos. Entonces, no había Whatsapp, ni Facebook, ni nada. A pura carta de las de antes. Nos escribíamos una diaria, para tener noticias nuestras todas las semanas. Yo esperaba el correo con ansias. Esa espera marcó mucho mi vida. Recuerdo que tenía un conflicto emocional fuerte, porque pensaba que no podía seguir atada a ese sentimiento con alguien que estaba lejos y que no sabía qué iba a pasar. En 1994, llegó de sorpresa a El Salvador. Yo no lo esperaba. Recuerdo que estaba saliendo con otra persona, ya en la universidad, pero en mi corazón sentía que él era realmente el amor de mi vida. Cuando nos reencontramos, rompí con esa otra persona. En 1996, me preguntó si me iría con él a Estados Unidos, pues intentó estar un tiempo en El Salvador, para estar juntos, pero no se acopló al ambiente que había en ese entonces. Yo ya sabía que lo quería, estaba enamoradísima. Le dije: ‘¡contigo me voy a China!’”.
Esmeralda viajó en agosto de 1996, a Miami, a casa de unos parientes, acompañada de su mamá. Su novio viajó desde Nueva York, para llevarle el anillo y formalizar el compromiso, que se concretó en una boda civil, el 13 de diciembre de 1996. Después de casarse en Miami, Esmeralda se mudó a Nueva York, para empezar la vida con quien durante años había sentido que era el hombre de su vida. Pero la vida en “la gran manzana” no sería tan idílica como ella había pensado.
Según recuerda, la primera etapa de su proceso migratorio no fue tan complicada, pues regularizó su situación legal, sin problemas, y se enfocó en sus estudios en inglés, terminando el College. Graduada en Comunicaciones en una universidad privada de El Salvador, se inclinó por el mundo de la bolsa de valores neoyorquino, donde con empeño y dedicación, encontró un espacio donde desarrollarse, coronando así una etapa de casi 5 años en la que aprendió mucho y alcanzó un nivel laboral importante, según cuenta. “Debo decir que, en general, no he tenido ninguna mala experiencia por ser hispana. Nunca he sufrido de racismo. No me he sentido discriminada. Pero en Nueva York nunca me adapté al frío y al ritmo de vida. Nunca me gustó realmente. Pese a todo, esos primeros años los sobrellevamos bien, como pareja joven y enamorada que éramos. El verdadero cambio en mi vida llegó cuando me convertí en madre”.
En 2002, después de 6 años de casados, la pareja dio la bienvenida a Louie, su hijo mayor. La sorpresa enorme llegó sólo 3 meses después del nacimiento de su bebé, cuando Esmeralda se dio cuenta de que estaba embarazada, nuevamente. Esta vez sería una niña, a la que llamaron Brianna. Y, ocho meses después de su llegaba, el matrimonio supo que su tercera hija, Mikaela, estaba en camino. Así, de 2002 a 2004, Esmeralda y su marido se convirtieron en familia numerosa, donde las prioridades y rutinas domésticas se modificaron notablemente.
“Tuve que tomar una decisión. Con mis 3 bebes, no era capaz de buscar a una persona externa para que me los cuidaran. Decidimos que yo me iba a quedar en casa con mis hijos a cuidarlos. Y mi esposo iba a tener doble trabajo, para pagar todos nuestros gastos. Dejé un trabajo súper estable, con beneficios buenísimos, en el que ya estaba escalando en buenas posiciones. Yo siempre he sido alguien que cree en el desarrollo personal y profesional de las mujeres. Pero tuve que decidir por mis hijos. Me quedé con ellos, durante 5 años, dedicándome completamente a su cuidado. A ser madre y esposa a tiempo completo. Tuve también la ayuda de la abuela de mis hijos, que fue muy importante para nosotros”.
Esmeralda cuenta que el primer año fue realmente duro. Su esposo trabajaba desde las 2 de la madrugada y regresaba a casa a eso de las 8 de la noche. No tenía descanso y eso le pasó factura a su salud. Fueron los años en los que la crisis económica golpeó con fuerza a Nueva York. Los impuestos eran altos y los salarios no aumentaban. “Nos subieron los intereses de la casa de una manera horrible. Llegamos a pagar hasta 3,500 dólares al mes de casa, más el resto de gastos, comida, agua, luz, ropa… Paralelamente, aunque sabía que lo más importante eran mis hijos, en mí iba creciendo una frustración por no poder salir a trabajar. Pensaba en tantos años de estudio, esfuerzo y dedicación para ser profesional, y los veía abajo. Yo tenía 34 años y me sentía realmente frustrada. Quería cambiar mi vida. Sufrí un bajón emocional muy intenso, por nuestros problemas económicos. La relación de pareja estaba dañada, por mi frustración y el cansancio de él. Todo lo bonito que había soñado al construir mi familia, simplemente, no lo podía disfrutar. Me sentía perdida”.
Intentando encontrar una salida, le propuso a su esposo mudarse de Estado, a una ciudad que no fuese tan cara y en la que tuviesen otras oportunidades laborales. Él se negaba. Para él, Nueva York era su ciudad y, además, ahí estaba su familia. “Llegué a sentir rechazo hacia él, por la situación tan dura. Nuestros hijos eran lo más importante y, a pesar de todo, nosotros nos queríamos mucho. Pero, llegó un momento en que esa tensión que llevábamos dentro explotó. Vivíamos en la misma casa, pero perdimos conexión como pareja. Estábamos juntos, pero realmente separados. Yo sentía que nada de todo este proceso vivido había valido la pena. Fueron tiempos muy duros para los dos. Hasta que un día, sentí que toqué fondo y busqué a Dios. Mi esposo también tuvo su propio proceso emocional y espiritual. Nos reencontramos, nos pedimos perdón, y conseguimos volver a estabilizarnos, poco a poco. Él aceptó que necesitábamos un cambio como familia. Era como volver a empezar. Decidimos mudarnos a Houston, Texas, en octubre de 2014”.
La familia llegó exactamente a Kingwood, al noreste de Houston, un lugar con mucha vegetación, seguro, familiar, con oportunidades laborales y muy adecuado para la crianza de sus hijos. En la época en la que Esmeralda buscaba una salida laboral en Nueva York, decidió estudiar educación infantil, sobre todo, para adaptar su horario de empleo a los horarios escolares de sus hijos, y así siempre poder estar con ellos. Esa formación le permitió encontrar un buen trabajo en una escuela católica, cerca de su casa. Su esposo también encontró una buena oportunidad laboral.
Después de una etapa de estabilidad y de sentir que todo se estaba acomodando en positivo, a nivel emocional, familiar, laboral y económico, ella continuaba sintiendo que aún podía estar mejor y que más cambios hacían falta en su vida. En noviembre del año pasado, se decidió a impulsar su propio negocio, basándose en la pasión que la ha acompañado desde niña: la decoración de interiores. “Yo vengo de una familia de negocios. Siempre había tenido la inquietud de generar mi propia fuente de ingresos. Todos estos años, por la crianza de mis hijos y por la necesidad de tener un ingreso seguros, no me había atrevido a hacer nada. Pero ya me lancé. Hago ‘setting planning’ para cualquier ocasión. ¡Me encanta! Siento pasión por el diseño. Empecé con eventos en la iglesia, arreglando los escenarios, y luego tuve otro en un hotel, del que recibí excelentes comentarios. Estoy empezando, pero va avanzando muy bien y me siento plena, porque, por fin, hago realmente lo que me gusta, gestiono mi tiempo, y puedo seguir siempre pendiente de mi familia. Nuestro siguiente paso es que mi esposo se independice y cree su propia compañía. Es un hombre muy trabajador e inteligente”.
La educación de sus tres hijos de 16, 15 y 14 años, respectivamente, es un elemento que no considera fácil en una sociedad como la estadounidense. Las marcadas diferencias culturales con El Salvador dice experimentarlas hoy más que nunca. “Yo me eduqué en un colegio católico, estricto, tradicional. Aquí son bien liberales. A veces me frustro porque todo en esta época es ‘normal’. Mis hijos me dicen que aquí las cosas no son iguales y lo sé. Pero nuestros valores sí deben respetarse y en eso soy bien tajante. Afortunadamente, están metidos en deporte, en música, son buenos estudiantes, dedican su tiempo a cosas sanas. En un país como Estados Unidos, aunque vivas en una zona tranquila, tus hijos en la escuela siempre están expuestos a drogas y a un ambiente que puede ser muy distinto al que tienes en tu hogar. Hay que darles a los jóvenes mucha confianza y seguridad, para que sepan mantenerse alejados de esos riesgos y, a la vez, no se aíslen de su grupo de amigos”.
Enfocada en desarrollar el negocio que despierta su ambición, su alegría y su pasión, Esmeralda hace balance de los 22 años lejos de su tierra y su cultura, apostando por una vida, junto al que ha considerado el amor de su vida: “Creo que durante un tiempo nos perdimos, por ese afán de la vida material. Yo he sido siempre una persona demasiado perfeccionista y, con el tiempo, he entendido que no siempre sucederán las cosas como quieres. Debes aprender a vivir con lo que tienes. Si te quejas por lo que no tienes, es peor todo. Pones en juego lo que de verdad importa. Ahora que miro atrás doy gracias a Dios por esa crisis tan fuerte que viví. Aunque fueron años muy duros, eso me hizo crecer y madurar. Toqué fondo y empecé de nuevo. Hoy hay una gran conexión entre nosotros. Estamos motivados a seguir construyendo nuestra vida juntos”, finaliza.
Muy bonito testimonio de vida felicidades y adelante siempre con la fe puesta en diosito
Me alegra mucho escuchar como ha cambiado tu vida ,aq en NY los extrañamos mucho pero se q ahora Dios tomo el control de tu vida y sabes q cuando dejamos todo en sus manos estamos seguros ,los procesos q enfrentamos son necesarios para poder crecer y hacernos fuertes ,sigue adelante te deceo lo mejor eres una gran mujer y se q Dios seguira bendiciones tu vida te lo mereses …un fuerte abrazo de tu amiga de long Island