Por: Claudia Zavala
Maybelline Escalante lo dice sin titubeos: Su experiencia viviendo en Camerún la ha marcado de una manera intensa. Su conexión con Yaoundé, la capital, inició muchos años atrás, cuando ni siquiera imaginaba moverse de su país, El Salvador. Una formación académica fue tan sólo el inicio de lo que, posteriormente, revolucionaría por completo su vida: “Soy ingeniera agrónoma. Me gané una beca para estudiar Agroforestería Tropical, en Costa Rica. Salí de mi país, el 2 de enero de 1999”, recuerda.
Luego de finalizar su formación, dos años después, regresó a El Salvador a trabajar en un proyecto de café, su área de especialización. Pero Costa Rica la enlazó nuevamente, esta vez, con una propuesta laboral que se extendió desde finales de 2001, hasta el año 2006. En ese tiempo, conoció al que hoy es su marido, un biólogo holandés, experto en cacao. “Lo conocí en Turrialba. Él llegó en el año 2000, a Costa Rica, trabajando en proyectos de cacao. Nos casamos, en diciembre de 2002. En 2003, nació mi primer hijo, en San José”.
Por la especialidad de trabajo de su esposo, surgió la oportunidad de trabajar en África, concretamente, en Camerún. “La idea era estar sólo un año y medio, pero nos quedamos 8 años y medio. Fue una experiencia que revolucionó totalmente mi vida, no sólo porque llegué a una cultura totalmente distinta a la mía, sino porque, además, iba embarazada de 4 meses de mi hija”.
Al llegar al país, el choque fue brutal: “Me sorprendió que la gente hablaba muy tosco, brusco, parecían enojados. Yo había vivido un año en Francia, como Au pair, antes de ir a Costa Rica. Pensé que saber algo de francés me ayudaría a comunicarme, pero no fue así. Notaba a la gente muy tosca, de verdad. Nuestra situación fue muy complicada al inicio, porque no conocíamos a nadie, no teníamos casa, ni carro. Vivíamos en la casa de la Directora General de la empresa en la que trabajaba mi esposo. En una de las revisiones médicas, me recomendaron que mejor no tuviera a mi bebé ahí, porque las condiciones hospitalarias no eran buenas y yo en el primer embarazo había tenido ya una cesárea. Así que viajé a Holanda, para parir ahí. Estuve con la familia de mi marido, durante 5 meses. Mi hija nació en junio de 2007. Cuando tenía 6 semanas de nacida, volví a Camerún”.
El hecho de que su hijo mayor comenzara a asistir a una escuela internacional hizo que Maybelline comenzara a conocer a nuevas personas, muchas de ellas también extranjeras. “Me empecé a implicar en la escuela de mi hijo; fui secretaria en el Consejo de Administración. Después, mi esposo fue el presidente, durante 5 años”.
El baile que une y comunica
Aparte de su actividad en el colegio de su hijo, curiosamente, hubo algo que se convirtió en la llave de la integración para ella: Su pasión por el baile. “Yo siempre he sido una persona muy activa. Estaba acostumbrada a trabajar mucho y, cuando me casé, decidí dedicarme a la crianza y educación de mis hijos. Pero eso no impedía que siguiera con mis inquietudes. Una amiga de Indonesia me habló por primera vez de la ‘zumba’. Investigué de qué se trataba. ¡Me encantó! Y, en julio de 2012, fui a Holanda a certificarme como instructora de zumba, para adultos y para niños”.
Alegre y muy energética, el baile fue el vehículo perfecto que permitió que Maybelline conectara con gente con la que, inicialmente, sintió que era difícil comunicarse. Inicialmente, habilitó el salón de su casa para impartir sus clases. “Empecé con 8 personas, aunque me cabían unas 15. Mientras, buscaba un local de alquiler. Lo encontró en el Centro Italiano de la ciudad. Poco a poco, fueron llegando más personas. Conocí a una chica de la Embajada de Estados Unidos y comencé a dar clases al staff de la Embajada, los martes y jueves por la tarde. Los lunes, miércoles y viernes, por la mañana y por la noche eran mis otras clases en el local. Mis hijos, a veces, venían conmigo. Me los llevaba con lonchera, libros, colores… también hacían la clase conmigo. Yo tomaba clases de danza africana también, para aprender más de ellos. Para mí, el baile es una forma de comunicación. Aprendí a hablar con el cuerpo, eso me unió mucho a la gente. Al principio, mis alumnas eran sólo europeas y algunas latinas. Pero, luego, llegaron de Camerún, Ruanda, Burkina Faso, Congo y Senegal”, relata con orgullo.
Las improvisadas actividades de ocio familiar también fueron un puente de unión entre ella y la comunidad africana. “No había cine, ni teatro, ni parques. Por una parte, estaba muy bien, porque eso te obligaba a compartir con la gente. Nuestra vida social eran almuerzos y cenas en nuestras casas. Organizábamos divertidas noches de juegos. En la escuela había un ‘Comité de Cine’ y, una vez al mes, proyectábamos películas para niños y también una vez al mes otra para los padres. No eran estrenos de cartelera, lógicamente, sino lo que podíamos conseguir. Pero disfrutábamos muchísimo”.
Maybelline explica que Camerún es un país en el que, prácticamente, la mitad de la población es cristiana y la otra mitad musulmana. “Noté que, dentro de la religión musulmana, al menos entre la gente que conocí, la mujer es, algunas veces, desvalorizada. En las bodas preguntan si te casas por monogamia o poligamia. Eso me impresionó bastante, porque es algo que nosotros no vivimos. También me sorprendió el racismo que algunas personas ejercen hacia la gente que no es del país, sean blancos o latinoamericanos, como era mi caso. Aunque suene extraño, era así”.
Afecto y gratitud
Pese a esos aspectos chocantes, Maybelline destaca que los camerunenses con los que se relacionó fueron personas con las que logró cultivar un profundo afecto y respeto, así como una confianza bastante especial: “Teníamos a gente trabajando en casa con la que desarrollamos un vínculo muy profundo y sincero. Incluso cuidaban a nuestros hijos, cuando no estábamos y nosotros estábamos confiados con ellos. Es gente solidaria y fraterna. Son ciudades muy vivas, con mucha pobreza e inseguridad, sí, pero gente que vive con una sonrisa permanente y contagiosa. Es un país con una riqueza enorme. La grandeza humana está ahí”.
En abril de 2014, el grupo islamista de Nigeria, Boko Haram, secuestró a un grupo de 276 niñas de una escuela de Chibok. La noticia impactó al mundo y los tentáculos de la organización terrorista empezaban a amenazar la ya frágil seguridad de su vecino Camerún. “Esos fueron momentos de verdadera preocupación para todos. Sentíamos que ya no podíamos ir a ciertos lugares, sobre todo los cercanos a la frontera con Nigeria. Una familia de la escuela de mi hijo fue secuestrada. Afortunadamente, los liberaron, a salvo. Pero ya todos estábamos asustados, porque era algo que estaba fuera de tu alcance controlar”. La experiencia africana finalizó, en julio de 2015.
Su esposo fue trasladado hacia un nuevo destino, dentro de la franja de países del cacao. Esta vez, la familia empezaba una nueva experiencia de vida en Trinidad y Tobago. “Dos semanas antes de irnos, me dio malaria. En 8 años había estado perfecta, pero al final caí. Tomé mi tratamiento y me recuperé bien. Llegamos a Trinidad y Tobago, el 15 agosto de 2015, a empezar de cero, otra vez. El cambio fue muy duro fue para mí. Extrañaba muchísimo a África. No sé… hubo algo ahí que me marcó profundamente y me ha tocado el corazón. En Trinidad y Tobago es diferente. Hay bastantes latinoamericanos, sobre todo de Venezuela, que es fronteriza. La dinámica de vida es otra. Mi percepción es que les preocupa otro tipo de cosas, pues es, en general, un sistema más consumista y materialista. Tiene que ver con todo lo que gira alrededor de la industria del petróleo que hay aquí. Simplemente, es distinto”.
La comunicación fue, nuevamente, un elemento de dificultad en el proceso de integración. El inglés que se habla en Nueva España, donde residen, tiene un acento particular que no es fácil de entender, incluso para quienes tienen un excelente dominio del idioma. “Mis hijos se adaptaron rápidamente. A los 2 meses dominaban el inglés de aquí perfectamente. A mí me ha costado más”.
Entre los elementos que más han llamado la atención, desde su llegada, destacan el intenso clima húmedo de Trinidad y Tobago que, según Maybelline, es comparable con el de la costa salvadoreña, en los meses más cálidos. La comida tiene mucha influencia de la cultura india, por lo que se utiliza como ingrediente estrella el curry. Además, existen todavía leyes muy antiguas con influencia de la colonia inglesa, debido a que el país se independizó hace apenas 55 años.
¿Y la zumba? También la ha llevado a su nuevo destino. “Aquí hay varios instructores locales. Yo soy la única latinoamericana. El primer año que llegué no di clases, sólo hice unas pocas sustituciones en mi gimnasio. Noté que ellos sólo querían sus ritmos nacionales, Calipso y Soca. Y la zumba lleva de todo: salsa, merengue, hip hop, de todo. En febrero de este año, empecé a dar clases a tres amigas venezolanas y así iremos creciendo, poco a poco”.
Continuar bailando zumba, dar clases de yoga en la escuela de su hija, montar su propio gimnasio y especializarse en fotografía, otra de sus grandes pasiones, son sólo algunos de sus proyectos a corto y mediano plazo.
En cuanto a la educación de sus hijos, desarrollada, hasta ahora, entre Costa Rica, Camerún, Holanda y Trinidad y Tobago, Maybelline destaca que no ha sido fácil, pero que la manera de ejercer la paternidad de su esposo ha sido su gran soporte. “Se involucra en todo, lo disfruta. Ya son 18 años fuera de mi país y 14 como mamá. Mi familia ha estado, desde lejos, ayudándome como ha podido. Tengo una hermana que es doctora y siempre he tenido sus orientaciones con mis hijos. Tuve embarazos y partos sin problemas. No me dio ‘baby blues’, ni nada. Mi preocupación ha sido hablarles en mi idioma y que tengan muy presentes las raíces de su familia. Hablan español, inglés, francés y holandés. Yo renuncié a mi carrera por ellos. No me lo reprocho, no me arrepiento, lo veo como una bendición, porque ahora veo que se están convirtiendo en personas abiertas, sensibles, empáticas, tolerantes… eso para mí es hacer un buen trabajo como madre y como persona. Prepararlos para el mundo real, el que tenemos hoy. Me hace realmente feliz verlos cómo son”, finaliza.
Maybelline: linda historia de integración cultural y de su educación profesional y visión amplia de la vida. Su mayor triunfo además de su carrera son los legados de vida de sus hijos : q dominen el español, inglés, holandés y francés es maravilloso . Así se pone en alto el nombre de nuestro país demostrándo q dondequiera q vaya Ud es una mujer inteligente y con vision. Abrazos y toda mi admiración para Ud y su linda familia .
Gracias Leticia! pero sobre todo gracias a Claudia por hacerla palpable en el papel y poder compartir parte de mi historia!
Para mí es un honor, Maybelline! 😉
Gracias por leernos y tomarse el tiempo de comentar siempre, querida Leticia Jovel. Un abrazo! 🙂
Me encanta esta historia!!! Gracias por compartir y a seguir llevando parte de nuestro país adonde quiera que viva Maybelline!
Un fuerte abrazo desde el otro lado del mundo
Gracias por leernos, querida tocaya. Un abrazo! 🙂
Hermosa historia..feliz de tenerte en Trinidad y poder disfrutar de ti y tu alegria …abrazos
Muchas gracias por leernos y dejar tu comentario, Lujan. Un abrazo 😉
Hemos sido parte de esta historia de una luchadora como es May siempre la hemos tenido como un ejemplo de libertad y felicidad en las decisiones que tomamos un abrazo May
Gracias por escribir, Susana. Sin duda, May es una mujer que impacta positivamente a todos los que la conocen. Un abrazo 🙂
May…abrazos a la flia…siempre te recuerdo.sabes que tenemos historias parecidas y entiendo con lujos de detalles lo q es vivir en un pais tan diferente al nuestro y lo q marcan a nuestros hijos!!!!! De forma positiva. Te deseo exitos en tu proyecto de zumba…..abrazos